He de decir que en mi anterior entrada sobre la presentación de Peter Capaldi como el duodécimo doctor me equivoqué al juzgarle. Tarde aún varios meses en retomar la serie pero la octava temporada, así como la novena, terminó por atraparme hasta derramar alguna lagrimilla con el final de la temporada 9 y la despedida, imagino que definitiva, de la doctora River Song. Para mí, ahí terminó la serie, aunque no lo sabía mientras veía las estrellas de Darillium brillar en la pantalla.
Después llegó este previo de la décima temporada, con un especial de navidad tan aburrido como aquella lejana primera aparición de Capaldi, o puede que incluso más; un burdo homenaje a los superhéroes americanos, y quizá el peor episodio de las cinco temporadas que podían verse en Netflix hasta finales de marzo, momento en que fueron eliminadas de su catálogo, sin haber podido catar la etapa de David Tennant. Teniendo en cuenta la existencia del 8x01 o de aquel de la novena temporada en que el Doctor permanecía atrapado en una fortaleza, es decir mucho, aunque este último, para ser justos, se salvaba por el final.
Capaldi está en la azotea de un edificio de Nueva York haciendo algo que no recuerdo, cuando se cae y un crío le ayuda a no convertirse en unos huevos estrellados contra el pavimento. Este, le acompaña hacia la azotea donde se encuentra una máquina estrafalaria que se activa con una pila que, oh sorpresa, accidentalmente se traga el crío, otorgándole los poderes de un Superman cualquiera.
Años después, el Doctor visita de nuevo la capital del mundo y se encuentra con que hay un nuevo superhéroe en la ciudad. Sí, el chaval que se tragó la pila. El resto del capítulo va de evitar una invasiòn alienígena, una más, que pretende sustituir a todos los dirigentes del mundo por humanoides con una Roncatto en la cabeza. Amancio se libra por los pelos. Como decía, más que verlo tuve el capítulo puesto en la tele mientras hacía las tareas del hogar.
Comencé la décima temporada con algo de esperanza, cuando de pronto me encuentro con Nardole, de nuevo con cuerpo, de asistente del Doctor. La razón la desconozco, porque solo vi fragmentos, muy cortos, de los restantes capítulos, lo suficiente para percibir una falta de ideas alarmante, sustituidas estas por la exaltación de la diversidad y demás ideas de moda que te aseguran un público fiel, pero distinto al habitual. Quizá por eso el descenso en picado de las audiencias de la serie a partir de esta temporada.
A medida que iba avanzando la serie, y sin haber visto su inicio, iba teniendo la sensación de que estaban cayendo en el efecto "Bola de dragón", en el que cada arco argumental presentaba a un enemigo más poderoso que el anterior, hasta que nadie pudo enfrentarse a Goku. Luego tuvieron que sacarse de la manga un gato cósmico a medio camino entre Doraemon y Majin Buu, cayendo en la más triste de las ridiculeces. A Dr. Who le ha ocurrido lo mismo. Ha desbaratado conspiraciones e invasiones galácticas tan apocalípticas que se ha quedado solo en su Tardis, contemplando un universo pacificado y aburrido. Puede que aún le queden encarnaciones por sufrir pero, aunque no lo sepa, el Doctor ha muerto.

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