La tiranía de la llamada

Era un viejo adagio de tiempos de Felipe González, si no antes, y que quizá algunos franceses todavía comparten, que Europa comenzaba en los pirineos. Con la inclusión del país en la Unión Europea esta boutade quedó relegada a los círculos más chovinistas de los países del continente, siendo el pensamiento mayoritario, hoy día, el contrario.

Sin embargo, he de decir que, pese a las oleadas de modernidad que barrieron décadas de atraso con su empuje inevitable, hay algo que todavía nos diferencia, para mal, del resto de europeos: la forma de contacto con un futuro trabajador por parte de los encargados de Recursos Humanos de una empresa.

Tras enviar tu solicitud para determinado puesto, el reclutador extranjero inicia el contacto con un email en el que amablemente concierta una primera entrevista telefónica que dará inicio al proceso de contratación, preguntándote por tus preferencias horarias. Aquí en España, sin embargo, y generalizando pues obviamente hay excepciones, el reclutador te llama y si no le coges el teléfono, no vuelves a saber de él jamás; no importa que estuvieras conduciendo, en la ducha o trabajando, obligándote a estar pendiente del móvil desde el momento en que pulsas el botón de enviar CV hasta el indeterminado momento en el futuro, que bien puede ser al día siguiente o dos meses después. 

No puedo discernir si se trata de una mera cuestión de falta de tiempo en el proceso o si se puede tratar de una prueba y lo que se pretende es que el interesado devuelva la llamada, mostrando así su interés e iniciativa. 

Cierto que para las empresas, todas, los trabajadores no son más que un número, algo prescindible, una molestia en el camino a la plusvalía, pero no está de más alimentar la ilusión de que no es así, al menos para que el trabajador se implique más en la compañia y su productividad aumente con ello, algo a lo que un negocio debería aspirar en aras de ganar la máxima cantidad de dinero: el óptimo uso de todos sus recursos, empezando por los humanos. Imagino que en el caso de perfiles muy específicos y ultraespecializados, la aproximación sea distinta, pero lo considero un enfoque equivocado, pues como se suele decir: una cadena es tan fuerte como el más débil de sus eslabones. 

Esta práctica del "call & forget", por usar un anglicismo que dé una pátina moderna al texto, no es la mejor manera de iniciar una relación entre trabajador y empresa. Genera la impresión, aunque quizá es solo una percepción personal, de que dicha empresa no busca un perfil de trabajador en especial, sino que le vale con meter la mano en una bolsa repleta de gente necesitada sin importar quién sea, ni sus circunstancias. Y este alegato no va del derecho a sentirse especial, sino de la poca capacidad de empatía de las empresas y la cortedad de miras de las mismas que, obviamente, consiguen ocupar los puestos que necesitan pero, ¿consiguen a los mejores trabajadores o solo a los que están siempre con el móvil en la mano? 

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