El camino del TAI: Examen 2

De nuevo en Madrid, con mi futuro pendiente del examen que tendría lugar al día siguiente. Ya no habría más pruebas. Si pasaba el corte, buscar trabajo sería cosa del pasado. Esta vez el examen se organizaba en la Facultad de Ciencias de la Universidad Autónoma de Madrid, en Cantoblanco, a las afueras de la capital. Curiosamente, al no tener que hacer transbordo para coger otro tren, o el metro, como en la última ocasión, pese a estar más lejos tardé lo mismo, o menos, en llegar.

El vagón del cercanías iba repleto de opositores, la mayoría para acceder a la rama de Auxiliar Administrativo del Estado. Me sorprendió escuchar la conversación de dos señoras con un curriculum internacional en sus respectivos campos, envidiable, y que sin embargo, ahí estaban, compartiendo asiento y esperanzas con los pobres diablos que aspirábamos a ganar un mísero sueldo, aunque de por vida, eso sí.

No tuve que esperar en la puerta del edificio como en octubre. Por fortuna, porque el día amenazaba lluvia y la brisa helada azotaba los rostros somnolientos de la riada de personas que se desparramaban por los caminos del campus.

La primera pregunta del examen, descubrí tras cruzar el umbral de la facultad, era averiguar dónde tendría lugar el mismo. Tras deambular unos minutos por los pasillos, pude captar la conversación entre uno de los encargados y alguien que estaba tan perdido como yo. Resultó que teníamos que ir al cuarto piso, dándose la circunstancia de que las escaleras para subir no tenían luz, cubriéndolo todo un tenebroso manto de oscuridad que desaconsejaba el paso. Mi primera idea fue subir pero nadie lo hacía así que yo tampoco. Nota mental: no seguir nunca a la gente siempre que estés seguro de algo. Esto vale para todo.

En el rellano de la cuarta planta, frente a la puerta del aula, esperé durante media hora en la que vi cómo llegaban en un goteo constante mis "rivales". El 90% de los presentes era notablemente mayor que yo, rondando el 10% restante mi edad. 

Tras el llamamiento, una señora enumeró las reglas. Quiero resañar, para el que le sea útil o para el futuro, que en las instrucciones en papel que nos entregaron, se especificaba que había que usar un bolígrafo negro, aunque la mencionada señora clarificó que no era necesario aunque si alguien tenía dudas, se ofrecía a dejarnos alguno de los que tenían. Y menos mal, porque todos los que llevaba yo eran azules.

La organización del examen era la misma que en el anterior: tres personas, dos vigilando los pasillos y una tercera sentada en la mesa. No se podía salir una vez faltaran 15 minutos y alguna regla más que ya no recuerdo. De las preguntas... decir que escogí el bloque III, dedicado a la programación, porque es en el que tenía más experiencia. Y era difícil. Primero porque había varias preguntas sobre la Programación Orientada a Aspectos, paradigma de cuya existencia me enteré en aquella aula, segundo porque preguntaron sobre un framework de PHP, Laravel, al que ni siquiera había echado un vistazo, y tercero, por los nervios presentes ante la trascendencia del acto. No ayudaba tampoco que solo hubiera 30 preguntas para contestar, lo que penalizaba mucho que no dominaras más de dos temas sobre lo que te preguntaban.

Aun así, respondí 26 preguntas de 30. No quise arriesgarme con una, que dejé en blanco y que más tarde comprobé que la habría acertado. Tras hora y media, entregué la hoja de respuestas y cogí el tren de vuelta a Madrid. Mientras esperaba en la estación, comprobé además una de las respuestas sobre las que tenía dudas, relacionada con los estilos de las listas. Al ver que la había fallado, el buen ánimo con el que había salido, se atemperó. Veremos. Ya no se puede hacer nada. La suerte está echada.
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